Noemí heredó de su madre un baúl lleno de retazos de lana.
Los ordenó y empleó para tejer una gran manta.
Se trata de pequeñas flores en relieve unidas al tiempo que se teje un borde negro con abanicos de tres varetas. Tres abanicos forman cada lado del cuadrado que se une por las puntas, al ir tejiendo, con los otros cuadrados.