lunes, 21 de julio de 2008

Sin paranoias




Sucedía en mis épocas de docente.
¡Qué placer sentía al explicar a mis alumnos que el arte estaba en todas partes, que vivía alrededor de cada uno y que había que aprender a encontrarlo…Que tal vez conmigo aprenderían a mirar, a observar y a sacar de adentro los sentimientos y vestirlos con la marca “arte”. Que no dejaran pasar esta oportunidad…
Que había que aprender las categorías, las corrientes ideológicas, filosóficas, artísticas. Pero eso no era lo más importante, les decía.
Sirve, pero por favor no estructuren tantas definiciones pretenciosas, esto es, esto no es.
Los que se tildan de intelectuales lo hacen. Los que no saben nada, lo hacen.
Se limitan, creen que al delimitar los significados de las palabras están conquistando el universo. Yo también lo creí… ¡Cuánta ignorancia!
El arte está en todas partes, les repetía. Es la expresión del espíritu humano. Es la prueba más fehaciente de la existencia del alma, de lo espiritual, de la esencia…
De tantos que pasaron por mis clases, solo unos pocos siguieron carreras artísticas o afines.
Fue suficiente, la semilla había prendido en lugares inesperados.
Las experiencias realizadas hacían crecer la esperanza de que todos pueden hacer arte en alguna de sus manifestaciones y desde muy adentro de cada personalidad.
Mis palabras sencillas, que ocasionaron muchas veces comentarios irónicos de otros profesores de semiótica o de lingüística, eran el resultado de sentimientos profundos, de historia de vida, de ganas de contagiar las ganas de hacer arte.
Así, humildemente y con fervor, generando espacios, hacía nacer el quehacer artístico en muchos de mis alumnos…

lunes, 14 de julio de 2008